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rescate de vacaciones 1:
crema de hoja santa y uvas (2004)
Por Javier Carlo
Foto de: Alberto Uc.
Fecha de publicación: 26 de julio de 2012
Textos de antes de Razón y Palabra.
De nueva cuenta, vuelvo a mis raíces. A la ciudad alguna vez homónima de aquella que desconozco en Andalucía [España] y sin embargo, no dudo que irradie toda esta luz que la hace ver majestuosa desde el andador, a la altura de uno de los balcones en donde puedo apreciar la tarde, irguiéndose sobre el templo de Santo Domingo. La tierra del sol azul y de mis poesías de adolescente. De los consejos de mi abuela Lola. Cobijo de sabiduría. Antequera, tan nueva y radiante, ahora ciudad de Oaxaca, de la que fuera marqués Hernán Cortés, y de la cual procede alguna de la gente más brillante que haya conocido a lo largo de mi existencia.
Me encuentro con Mireya, cómplice predilecta en recientes aventuras, recibiendo los rayos de un sol que no mengua desde nuestra visita a media tarde a Monte Albán y también al templo de Santiago apóstol, en Cuilapan de Guerrero. Una y otra vez los reflejos de nostalgia me impregnan y me hacen redescubrir, reinterpretar y reinventar lo que puede ser el augurio de mi vida, en la eterna y breve explicación del afortunado ser que soy. La luz que invade el lugar y nos llena de azul, no obstante imperceptible frente al brillo dorado y reluciente de la construcción de antaño, en cuyas sombras encontramos seres imaginarios, observándonos desde las cúpulas de Santo Domingo.
Aún ignoro que mañana antes de partir visitaremos el poblado de San Bartolo Coyotepec, para recibir, en una de esas gratas coincidencias de la vida, una clase de alfarería de labios del hijo de Doña Rosa, precursora del afamado barro negro aquí en el valle central de Oaxaca. Cuellos y adornos de jarro. De negro ornamental. Quizá de barro y quizá de esta textura de la que tanto puedo maravillarme, estén forjados los sentimientos, las emociones, las experiencias… luego de un proceso de 30 días que toma preparar la masa y forjarla –para mi gusto– en una obra de arte. 30 días, 30 años, tizne y quizá cierto paralelismo entre lo que soy ahora y lo que he tardado en llegar a ser, y sin embargo, aún me cuesta caer en la cuenta; pero por lo pronto me encuentro aquí, en uno de los ventanales del restaurante ‘Los Balcones’, degustando una crema de hoja santa y uvas, totalmente nueva para mí.
Hace 2 años que se fue mi abuela Lola –cuyo segundo apellido es Arango–, a quien llevaré flores mañana martes y a quien atribuyo buena parte de la determinación y la sensibilidad que suelen caracterizarme. Aun así soy frágil. Como alguna vez lo cité hace años, mi sangre es de tierra, precisamente de esta tierra, donde me topé con los discursos del olvido y el afán de la cosecha que siempre han llevado a mi papá a seguir adelante con el pasatiempo incansable de su vida: el campo. La tierra que una y otra vez se forja y se reinventa a sí misma para dar resultados cada lapso, pese a la incertidumbre, a los designios de la naturaleza y a una situación de escasez en el apoyo por parte del gobierno de estos días.
Desvariar y de este desvariar, de este cúmulo de sabores que ahora comparto, quizá resienta el único momento que quisiera cambiar en mi vida para regresarme y hablar una vez más con mi abuela Lola, y confesarle y preguntarle otras tantas cosas que hace 2 años ya no pude hacer en la dimensión de los extrañamente vivos. No obstante, puedo asegurar, muchas de esas cosas las hemos resuelto ya en la fantástica dimensión del sueño y el desvarío de estar consciente de lo que no fue de mi parte. Momentos que se resumen y se resignan la mañana de mañana que es cuando voy a llevarle flores. Flores que bien podrían ser –también– de tierra, de barro y de sangre. Mescolanza de mi existencia.
La gente se aglomera en la explanada de Santo Domingo, derrochando el placer de andar por las calles de esta ciudad, la cual se prepara para celebrar la fiesta de la Guelaguetza el próximo lunes, en una tradición de compartir y convivir en una hermandad de 7 regiones, que son las que integran el rico mosaico que es Oaxaca. Qué fortuna la mía de poder desvariar tanto así: frente al preámbulo de la tarde en Santo Domingo y en el umbral de unos cuantos días después, cuando ya me encuentro de regreso, frente a la pantalla de mi computadora. Recordando, hilando y anhelando que mañana lunes 19 de julio pudiera volver a subir al Cerro del Fortín en compañía de mi abuela Lola, para ver la Guelaguetza, como la primera vez que mi hermano Leonel y yo estuvimos allí. Allí con ella.
Por lo pronto, la noche es tan azul que Mireya y yo no podemos más que contemplar el final de este atardecer y de esta visita que aunque corta, me ha calado en lo profundo, para recordar que yo no soy en función de mi presente, sino de un largo proceso que quizá –en mi caso– dure más de 30 años. Los que llevo ahora. La buenaventura.
De nueva cuenta a la mesa, ¡que qué fortuna la mía la de regresar una vez más a Oaxaca, a Zimatlán, a la casa, a mi recuerdos y poder degustar esta crema de hoja santa con uvas, totalmente nueva para mí!
Contemplo Santo Domingo. Mireya, el balcón, los pasos de baile y mi vista sobre el andador, estampa perenne… en fin, que a lo lejos ya puedo escuchar el rumor de la marimba. La marimba y la voz de mi abuela Lola.
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JAVIER CARLO. Maestro en Administración de Tecnologías de Información por parte del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), México, y Maestro en Comunicación por parte de la Universidad Internacional de Andalucía (UIA), España. Licenciado en Ciencias de la Comunicación egresado del ITESM; cuenta con estudios sobre publicidad, desarrollo de proyectos, psicología social y antropología de las organizaciones.
Estratega en comunicación y catedrático. Su experiencia profesional abarca el diseño de programas educativos a nivel superior y la docencia; así como el marketing para medios y el desarrollo de proyectos audiovisuales.
Actualmente es colaborador del Tecnológico de Monterrey, y gestor de proyectos de comunicación.
Contacto:
http://cafeycatedra.blogspot.mx/
jcarlomena@gmail.com
facebook: Javier Carlo
twitter: @javocarlo
[*] Fotografía: Alberto Uc.
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